El Centre Pompidou Málaga ha inaugurado este jueves la exposición ‘Cruz-Diez: El color en movimiento’, que se podrá contemplar hasta el próximo 29 de septiembre en las salas del centro.
La muestra, en la que colabora Fundación «la Caixa», destaca la contribución de Carlos Cruz-Diez al mundo del arte óptico-cinético. Nacido en Caracas en 1923 y fallecido en Neuilly-sur-Seine en 2019, Carlos Cruz-Diez habría celebrado su centenario en 2023.
Después de establecerse en París en 1960, participó en exposiciones que marcaron la historia del movimiento óptico y cinético. La nueva muestra ofrece una retrospectiva y un espacio de experimentación, con la presentación de alrededor de cuarenta obras que, en su mayoría, se han incorporado recientemente a la colección del Centre Pompidou.
El trabajo de Cruz-Diez está enteramente dedicado a poner de relieve el color como fenómeno a la vez efímero y autónomo, y se organiza en grandes series, cada una de ellas dedicada a un aspecto específico de la vida del color.
No obstante, destacan dos efectos ópticos principales: la inducción cromática, que corresponde a todas las alteraciones de tonalidad y claridad que experimenta el ojo cuando ve simultáneamente diferentes colores; y la «postimagen», que se atribuye a la aparición de colores que se produce tras haber contemplado otros.
Estas investigaciones sobre la luz y el color se encuentran en ‘Cruz-Diez: El color en movimiento’ que han presentado José María Luna, director de la Agencia Pública para la Gestión de la Casa Natal de Pablo Picasso y Otros Equipamientos Museísticos y Culturales; Carlos Cruz Delgado, hijo del artista y director del Atelier Cruz-Diez; Michel Gauthier, comisario de la exposición; Juan Carlos Barroso, responsable territorial en Andalucía, Ceuta y Melilla de la Fundación «la Caixa»; y Gerardo Cuartero, director comercial de Andalucía Oriental Sur de CaixaBank.
Fue en 1959, aun residiendo en Venezuela, cuando el artista comenzó su serie más conocida: las Fisicromías. Se trata de obras «evolutivas», cuyo aspecto varía en función de la posición del espectador y de la intensidad de la luz, que determinan la interacción de los colores. Cruz-Diez desarrolló el principio óptico de esta serie en 1959, y siguió trabajando en él durante toda su vida.
Debido a las finas tiras verticales dispuestas de manera perpendicular al plano rayado verticalmente del cuadro, las formas y colores de estas pinturas cambian a medida que la persona que las contempla se desplaza frente a ellas.
Así, cada Fisicromía contiene una reserva inagotable de pinturas que el público puede contemplar situándose distintos lugares. Por tanto, la experiencia que brinda estas pinturas no solo implica el plano espacial, sino también temporal.
«Yo propongo el color independiente. Sin anécdota, desprovisto de simbolismo, como un hecho evolutivo que nos implica», manifestaba Cruz-Diez. A partir de 1967, el artista también diseñó proyectos para el espacio público, buscando ofrecer «obras compartidas y manipulables» cuyos efectos ópticos dialogaran directamente con la retina y el cerebro, sin mediación cultural, como una forma auténticamente social de expresión artística.
Así, indicaba en 1969 que, en sus obras, «el color aparece y desaparece en el transcurso del diálogo que se genera entre el espacio y el tiempo reales».