Las aves terrestres forman parte de uno de los grupos de animales que sobrevivieron al gran cataclismo de la era de los dinosaurios. Hoy en día, algunos de sus parientes siguen siendo un ejemplo de la mágica evolución y un ejemplo de ello es el casuario. En concreto, el casuario común es una especie amenazada y que conserva Bioparc Fuengirola (Málaga).
Como si hubiera escapado de la prehistoria, esta ave no voladora se posiciona como una de las más grandes del reino animal, después del avestruz y el emú, este último perteneciente a su misma familia, los Casuariidae. Con un tamaño equiparable a su agresividad y que hace considerarla como el ave más peligrosa del mundo, el casuario es originario de Papúa Nueva Guinea y Australia.
Aquí sus poblaciones se enfrentan a una continua disminución causada, sobre todo, por la destrucción de sus hábitats naturales. Ello clasifica a la especie como ‘vulnerable’ en la Lista Roja de la UICN o la considera muy amenazada por instituciones como el propio gobierno australiano. Esta situación hace que centros de conservación como Bioparc Fuengirola trabajen en su protección.
Entre las más de doscientas especies amenazadas que alberga este parque de animales, habita el casuario común, la subespecie (especie) más grande de las tres existentes. Su plumaje negro, cabeza azul intenso, casco, garras y gran tamaño hace de ellos animales imponentes que necesitan de protocolos especiales para garantizar su cuidado.
Antonio Garrucho, responsable de Zoología de Bioparc Fuengirola, ha explicado que «su potencial ataque hace que sea el ave más peligrosa del mundo. Corre bastante y ataca lanzando patadas hacia delante. Su fuerza y largas uñas de su patas pueden causar heridas muy graves e incluso la muerte a personas. Esto hace necesario contar con protocolos especiales y estrictos».
Diariamente, el equipo encargado de su cuidado trabaja en sus dietas, limpieza de recintos, entrenamientos y algo esencial en el trato con el casuario: su observación.
«El cuidado debe observar en qué momento se encuentran, ya que cambian mucho su comportamiento dependiendo de si están en celo, en la incubación, etcétera. Este debe conocer muy bien a la especie, solicitando cuando es necesario el cambio de manejo que marcan nuestros protocolos para adaptarlo a cada momento», ha añadido.
Para que este cuidado sea exitoso, los miembros del equipo trabajan para mantener el vínculo animal-cuidador que les permite un trato pacífico y sin ataques. Es posible gracias a los entrenamientos con los que refuerzan diariamente esa relación.
AVE PREHISTÓRICA DE GARRAS AFILADAS Y MORTALES
El casuario mantiene una morfología especial. La poca evolución que ha sufrido la especie a lo largo de miles de años permite observar rasgos de aves prehistóricas, incluso cercana a los dinosaurios.
«Sus alas atrofiadas, sus plumas sin apenas desarrollar, sus uñas en forma de garra…, es el conjunto de todo esto lo que les hace muy especiales», ha destacado Garrucho.
Con tres dedos que hacen de sus garras armas afiladas, especialmente la central que tiene una longitud de unos doce centímetros, sus patadas pueden ser mortales. En la cabeza presentan un casco óseo-cartilaginoso que le permite romper las ramas de los árboles cuando corre por la selva, protegiendo a su cabeza.
Los casuarios, al igual que el emú y el avestruz, son aves corredoras que pueden alcanzar hasta los 50 km/h. También son buenas nadadoras y capaces de saltar hasta casi dos metros.